Arte y libros.
Eran los 2000’s y como toda preadolescente me tenía que amoldar a los horarios de la televisión y, al ahora tan lejano, zapping de cada día. Es cierto que nunca le he dedicado mucho tiempo a lo audiovisual, mis interés demandan actividades que impliquen una mayor involucración en la actividad. Aun así, había una serie de programas que me dejaban ojiplática y fija en la pantalla, y eran todos aquellos que tenían que ver con las reformas de casas y sobre todo con la decoración.
Tal vez a los/as Directores/as Creativos/as Americanos/as no contemplaban que entre su target de audiencia se encontrase una preadolescente como una de sus más fieles seguidoras. No me perdía ni uno, y no rechazaba tampoco los programas nacionales.
Puede que muchos de mis coetáneos que reciben esta newsletter también ubiquen el programa de “Quién vive ahí”. Algo más cercano y más realista que a una niña de un pueblo de interior le confirma, que se puede y hay gente que lo ha hecho.
“Este elefante de madera lo trajimos de África, el cuadro lo compramos en Suecia…” y así con cada detalle de aquellos deslumbrantes lugares. Fue ahí cuando nació una motivación vital que acabaría cumpliendo algún día (y aún estoy en proceso), recogida bajo la breve promesa de que: Algún día yo también tendré una casa llena de arte.
Este lema me fue acompañando a lo largo de mi vida. Siempre adornaba mis habitaciones con lo que en ese momento yo consideraba “arte”. Muchos de esos cuadros, hechos por mí.
Y a la vez que me adentré en el dibujo y la pintura, descubrí a grandes artistas, entre los cuales destacaba una catalana con una personalidad muy potente que me llama a gritos desde la otra punta del país: La genia y figura, Flavita Banana. Ahí nació el matiz a mi sentencia: algún día yo también tendré una casa llena de arte, y empezaré con algo de Flavita Banana.
Han pasado ya unos años. Este sábado cumplí 27, para ser exacta. Entre todas las celebraciones y tiempo de calidad, destaco también dos regalos que tocaron mi fibra más sensible.
Una amiga me regaló una ilustración original de Flavita Banana firmada por ella, y un libro que ambas catalogamos como “un libro para listas”.
Nunca había compartido públicamente mi propósito de una casa llena de arte, es algo que consideraba demasiado íntimo. Y allí estaba, ante mí, aquella ilustración. El primer paso de un largo camino.
El segundo regalo no se queda atrás. Fue un libro, no me suele gustar que me regalen libros, porque por lo general la gente recurre al primer bestseller que le escupe la librería, pero en este caso fue todo un acierto. Es un ensayo sobre la historia del turismo, trabajo y clase de la autora catalana llamada Anna Pacheco, se titula: Estuve aquí y me acordé de nosotros. Llevaba un par de meses en mis wishlist, y mi amiga tampoco sabía nada de eso. Dos de dos, en el clavo.
Los veintisiete han empezado por todo lo alto. Recibir arte y ensayos como regalo de cumpleaños me indica que lo estoy haciendo bien, que estoy construyendo la mujer que siempre quise ser.
Como dijo el Premio Nobel de Literatura, André Gide: "Sé fiel a lo que existe dentro de ti mismo."